Almendra Cohen





No sé si saben
que los uruguayos aplauden al atardecer.
Allá
los atardeceres son sobre el mar.
Es una costumbre aplaudir entre todos los que están en la playa
cuando se esconde el último rayo de sol del día.
Es un acontecimiento al que se le presta atención y se le da importancia.
Almendra Cohen se crió en Punta Ballena, Uruguay
con el atardecer de frente, muy presente y en el mar, con la playa.
Frente a él ha bebido, besado, reído, puesto melancólica, entre otras.
El tema es que ahora que vive y tiene su taller en Caballito, lo extraña.
Ahí
el atardecer se esconde sin mucha trascendencia ni exactitud atrás de los edificios del
oeste.
Igual, la ventana de su taller da al oeste, donde puso unos vidriecitos
que le avisan cuando está por suceder.
Esta serie surgió el día en que Almendra se dio cuenta que el cielo también puede ser verde.
Y flúor.
Así, el atardecer lleva a Almendra al tema del brillo, que trata también en otras obras
y que es central en su producción.
Aquí se genera desde los propios pigmentos, por su contacto, ubicación y contraste.
Las nubes brillan,
la luz hace que brillen.
El metal no brilla.
El agua hace que todo brille.
La saliva brilla,
más mientras se comen frutas tropicales al sol,
y se chapan en la playa, al atardecer.
Adentro, los caracoles brillan y
la arena brilla.
El tornasol y
los cristales de plástico brillan.
Estas pinturas brillan
pero también desea que las personas brillen.
Ahí está su tema de fondo: el brillo que no se ve con los ojos.




Buenos Aires, agosto 2017, por Santiago Ortí , para Almendra Cohen.