Mariano Grassi por Leonel Pinola


Sigue al conejo blanco


“Siempre me han gustado los personajes extraños”
Tim Burton.





I. Madriguera abajo

Aparentemente no parecía una situación inquietante, una serie de troncos habían sido dispuestos en el sector central de la sala . Todos mutilados por la acción de una motosierra, todos daban la impresión de disecados salvo uno, aquel que estaba casi al final. Ese, que desde lejos, aún parecía segregar resina pues de él brotaba una gota de un ámbar resplandeciente.
Quizás esa fue la razón por la cuál decidimos avanzar y caminar entre los troncos. Una vez dentro nos dimos cuenta de que ya era tarde para pensar en cómo habríamos de salir de allí.
Lo que descansaba sobre aquella lejana corteza no era una secreción del árbol sino un helado.
Su anatomía estaba constituida por un importante cráneo de crema helada y un cuerpo de caracol que sustituía al cucurucho de oblea.
El Helado- caracol es el conejo blanco que Mariano Grassi dejo casi al final del bosque y nosotros salimos tras él.
Aquí estamos, como Alicia, madriguera abajo dejándonos caer en cada uno de los túneles que son sus pinturas, mientras un Ciervo parece indicarnos con una ramita: -Sigue al helado, sigue al helado…



II. Bosque

Un rio de dulce de leche divide en dos la zona. Cerca de la orilla un pastel de cumpleaños parece incendiarse producto de la gran combustión de sus propias velitas. Una criatura coronada con flores celestes se hunde en una inmensa melancolía. Dos criaturas más se le adelantan. Algo que aún desconocemos provoca el éxodo en este lado del bosque.
También se ven a algunos de ellos cargando bolsas con ambas manos, lo que podría indicarnos que es necesario garantizar determinadas provisiones para el camino.
Más adentrados en la corriente, ladeados por una zona tupida se alejan en un carrito náutico varios que apenas dejan ver sus ojos.
Otros se mantienen a flote gracias a una pequeña tablita como si una fortísima ola los hubiese impactado minutos antes.
Podemos llegar a suponer que aquí los habitantes son propensos a sufrir contusiones en la cabeza pues muchos de ellos se dejan ver utilizando cascos.
Un piadoso ciervo sostiene entre sus brazos a un hongo al que parecen haber aplicado morfina dada su epifánica sonrisa y la grave herida que deja expuesta parte de su columna.
A lo lejos se ve descender de los picos más altos a un grupo que parece tener inclinación por el tabaquismo. Otros han trepado hasta la rama más elevada para obtener una mejor panorámica del … ¿pánico?.
Mientras tanto una de las criaturas sostiene una sombrilla y sus ojos tienen un brillo nacarado como los personajes que lloran al niño muerto de Flavia Da Rin.
El cielo por momentos es rosado, más tarde se torna verde agua, amarillo y en ocasiones es de un cerúleo technicolor velado por la neblina.
Más adelante se nos revela una zona edificada. Allí,una serie de casas iguales se alza por detrás del perro azul que exhala vapor mientras el agua sube hasta su cintura. Una especie de ornitorrinco le alcanza a un hurón a rayas una bolsa naranja mientras el conejo conduce un panel de colectivo que traza un sendero de alfombra roja. Parece que algunos han llegado a destino y comienzan a desarrollar sus labores.
El bosque cede lugar a un asentamiento lisérgico en el cual podrían pernoctar las niñas enojadas de Mark Ryden y de Yoshimoto Nara , la fauna neurótica de Max Cachimba y la rabia furiosa de los seres de Gary Baseman.



III. Duermevela

Cuando alguno de los senderos nos traigan de regreso a este lugar en donde los osos albinos no usan corbata ni manipulan consolas de sonido, instantes después de habernos alejado de la obra de Mariano Grassi tendremos empatía con Little Nemo cayendo de su cama, con el último espectador que algo extrañado visito Nocturnia de Sebastián Gordín, con el agente Dale Cooper un segundo antes de salir del cuarto rojo y con Alice Liddell abriendo lentamente sus ojos.