Juliana Ceci por Gabriela Gutierrez




Un alumno de Juliana le pregunta por el Bosque de los Troncos Blancos.
Juliana queda estática y pensativa. Recuerda y sabe.

Ahí donde el Bosque Blanco se despeja y entra luz, una mesa, un mantel y una fiesta de objetos con disfraces todos iguales. Las tazas con sus máscaras se ríen y se hacen las serias, disimulan. La pava pone un poco de orden y descontrola. No se les ve la boca pero se escuchan las voces; hay charcos en los platitos, derraman té. Es carnaval en la mesa.
—Sssshhhhhhh— suena la pava, advierte.
Quedan todas quietas.
Unas chicas llegan al claro y se sirven la infusión, sonríen y toman de a poco. Una taza le guiña el ojo a otra, la otra no quiere tentarse y no la mira más.
Una de las jóvenes deja la taza vacía sobre la mesa, hace una mueca pícara y desaparece corriendo entre los árboles. Su compañera se queda un rato mirando el cielo y canturrea: yo no soy ninguna gallina, yo soy la mujer caracol, da unos pasitos de baile y se interna en el bosque tropezando con alguna que otra raíz. Corre, cae, se levanta, encuentra una laguna de agua cristalina muy cristalina y desnuda moja los pies. Espera.
Llega el Oso y su ataque es inminente. Se hace la sorprendida y entrega su cuerpo rendida al visitante. Está cayendo la noche y ya no se ve tanto. No es fácil reconocer la escena pero se escuchan risas y gruñidos.
—Ayy caracolita, decí que no sos osa... la cantidad de hijos que te haría..

Caen dormidos después de algunos gruñidos más.
Las horas que quedaban por pasar pasan y la oscuridad es casi total. Tirada en el pasto, la presa del oso abre un ojo y bosteza. Llega a ver un pajarito azul y amarillo parado en una rama; el pajarito se multiplica por cuatro, por diez, por veinte; rota y va formando una trama perfecta. Echada y confundida cree tener un vestido estampado con este motivo.
—¡Qué linda que estoy! — balbucea extasiada y vuelve al sueño.

—Profe... eh, profe....
Juliana vuelve en sí y lo mira
—Profe, su pelo es de agua. De agua que cae y de agua que sube.