Un verano en el domo


“¿Sabe usted cómo es Marte? Es como un juguete que me regalaron en Navidad, hace setenta años. No sé si usted lo conoce, lo llamaban caleidoscopio: pedacitos de vidrio o de tela de muchos colores. Se levanta hacia la luz y uno mira y se queda sin aliento ”
Ray Bradbury




3.
El casero del lugar afirma que todo empezó arriba de las nubes. Marcos Torino era un niño cuando subió por primera vez al teleférico de Salta. La cápsula transparente lo llevó hasta la cima y una vez ahí contempló el cielo desde el punto más alto. Súbitamente lo invadió la sensación de que el arriba era un lugar propenso a lo fantástico. Sospecho que en ese instante nadie le podría haber quitado la certeza de que él también, como una vez Elliott, podía despegar en su bicicleta atravesando las estrellas. El tiempo ha transcurrido desde entonces y el hábito se repite: Mirar la cúspide, habitar la cúspide. Desde allí mirar el cielo, habitar el cielo. Y más allá del cielo, mirar y habitar el espacio.

2.
Hay quienes sostienen que la posibilidad de establecerse en el planeta rojo como garantía de supervivencia de la especie ha pasado del cine a una instancia de necesidad próxima. Especulan que las generaciones futuras deberán imaginar su hogar lejos de la Tierra, pero ¿de qué manera?

1.
Llueve intensamente cada enero en el norte argentino. Hoy no es la excepción. Entro en el refugio al pie del cerro, las pinturas de Marcos Torino están dispuestas sobre el muro. Observo con inquietud la revelación de un mundo. Las imágenes presentan la geografía de un lugar lejano en donde los picos de la montaña son de un rojo vibrante y de una ferocidad que recuerda a Matisse. Unos círculos concéntricos de bruma púrpura están suspendidos rodeando las alturas. Veo que sobre la ladera brota cierta forestación, evidentemente los colonos espaciales se han establecido. Despejo las dudas cuando giro y me encuentro con los domos. Estos parecen ser un buen lugar de resguardo en la llanura colorada. Intuyo que el acueducto garantizará el abastecimiento de agua y condiciones favorables para reproducir un ecosistema terrestre en escala tras el cristal.
En otras de las obras, una estructura se alza formando una circunferencia alrededor de la montaña. Desconozco si tiene funciones de observación meteorológicas o si explora la geología local pero inquieta ver la pérdida líquida en el sistema. Dentro de una especie de jardín de invierno decimonónico, una formación rocosa está suspendida en la noche marciana y desde ella un arroyo tricolor fluye en caída libre. Una suerte de cigoto rocoso parece haber cedido ante la crecida de una serpentina pluvial que eyecta aguas oscuras y se retroalimenta. En una de las escenas, algas enormes como tentáculos flotan recortadas sobre una noche cerrada. También hay una base plana que quizás haya sido edificada para regresar de las exploraciones o simplemente como lugar de observación interestelar. A la izquierda crece una plantación de origen terrícola pero de una altura asombrosa, más allá algunos picos descienden cubiertos de… ¿nieve? En este momento no se avista a ningún ser humano en el exterior. La bóveda celeste marciana oscurece violentamente entre tonos cobaltos, prusias y utramarinos. Todo ocurre en una zona que oscila entre Ziggy Stardust y Caspar D. Friedrich. Una zona en donde pude contemplar los lugares que habitaremos en otros tiempos.

0.
Mientras me alejo del lugar el cielo se despeja y abre una inmensa noche colmada de estrellas en Salta. La corriente turbia sigue bajando con fuerza desde la cima. Comienzo a transitar el camino de regreso a casa. Rutas y autopistas desoladas se suceden. Las imágenes reunidas en Agua de Cerro persisten y provocan un verano extraordinario en el que tuve la impresión de haber regresado del futuro.


Leonel Pinola.
Febrero de 2011