el color blanco


En inglés hay dos palabras:
"blank": blanco como espacio. (por ejemplo, de "hoja en blanco" "blank sheet")
"white": el color,
Mientras que en español tenemos una sola.

El blanco (the blank) tiene larga tradición:

está el horror vacui medieval. eran aquellos espacios en blanco en una hoja que tenían que ser completados por dibujos. (“La naturaleza aborrece el vacìo”).

en la parte poética el blanco se empieza a desarrollar mucho en la poesía del siglo XX. Emily dickinson, por ejemplo, en su poesía. Lo toma en tanto concepto pero también como desarrollo visual. Utiliza guiones para enfatizar algunas palabras y un errático empleo de las mayúsculas. Sin normas en su escritura (¿lo blanco?). Hay una ambigüedad sintáctica y semántica:

Publicar -es la Subasta
De la Mente del Hombre-
La Pobreza -Justifica
Una cosa tan tonta
Es posible -pero nosotros- preferiríamos
Ir desde Nuestro Desván
Blanco -Al Blanco Creador
Ataviar -Nuestra Nieve-

Los Pensamientos pertenecen a Aquél que los dio-
Entonces -es Aquél quien soporta
Su Corpórea ilustración –Vende
El Aire Real
En el Envoltorio -Sé el Mercader
De la Gracia Divina-
Sin reducir el Espíritu Humano
A la Desgracia del Precio



la poesía concreta. aquí el blanco es un espacio vacío al tiempo que es un efecto visual. tiene mucho auge en Alemania en los 30s. Juega tanto con el significado como con lo visual de las palabras:


Ernst Jandl Schtzngrmm
video:
http://www.youtube.com/watch?v=ixgbtOcEgXg


Ernst Jandl (Autria):
poesía:

wanderung
vom vom zum zum
vom zum zum vom
von vom zu vom
vom vom zum zum
von zum zu zum
vom zum zum vom
vom vom zum zum
und zurück

(Traducción: la poesía se llama "caminata" y dice algo así como ("de a, de a, de a, ... y devuelta").


BLANCO
El gran malentendido
¿Le parece sacrílego preguntarse si el blanco es real -
mente un color?
–Es una pregunta muy moderna, no habría tenido
ningún sentido hace tiempo. Para nuestros
antepasados no había ninguna duda: el blanco era
un verdadero color. En las sociedades antiguas, se
definía lo incoloro como todo lo que no contenía
pigmentos: se trataba a menudo del tinte de base
antes de utilizarlo, el gris de la piedra, el marrón de
la madera en bruto, el crudo del tejido al natural.
Al convertir el papel en el principal soporte de textos
e imágenes, la imprenta introdujo una equivalencia
entre lo incoloro y el blanco, que pasó a ser
considerado como el grado cero del color, o como
su ausencia.
En nuestro vocabulario, el blanco está asociado a
la ausencia, a la falta: una página en blanco (sin tex -
to), una noche blanca (sin sueño), una bala blanca
(sin pólvora), un cheque en blanco (sin importe)... O:
“Me he quedado en blanco”.
–Son ciertas esas huellas en el lenguaje, pero en
nuestro imaginario asociamos espontáneamente el
blanco a la pureza y la inocencia. Sin duda porque
resulta relativamente más fácil hacer algo uniforme,
homogéneo y puro con lo blanco que con los demás
colores. En algunas regiones, la nieve ha fortalecido
este símbolo. Desde la Guerra de los Cien
Años, en los siglos XIV y XV, se enarbola una bandera
blanca para pedir el cese de hostilidades: el
blanco se oponía entonces al rojo de la guerra. Esta
dimensión simbólica es casi universal.
Virginidad... Sin embargo, contaba que las novias
vestían de rojo...
–Sí, antaño, en la época de los romanos, la virginidad
de una mujer no tenía la importancia que
luego se le dio. Con la institución definitiva del
matrimonio cristiano, en el siglo XIII, se hizo esencial,
por razones de herencia y genealogía, que los
críos que nacieran fuesen realmente hijos de su padre.
Desde finales del siglo XVIII, cuando los valores
burgueses se imponen sobre los valores aristocráticos,
se intima a las muchachas a que hagan
alarde de su virginidad. Y tuvieron que llevar vestidos
blancos.

Cultivamos una obsesión por el blanco: ¡ahora
hasta la ropa lavada tiene que quedar más blanca que
el blanco!
–Es cierto: buscamos el ultrablanco, un punto
en que lo simbólico coincide con lo material. Siempre
se ha buscado ir más allá del blanco. En la Edad
Media, el dorado desempeñaba esa función: la luz
muy intensa adquiría reflejos dorados, se decía.
Hoy, a veces se utiliza el azul para sugerir el más allá
del blanco: el freezer en la heladera (más frío que el
frío), los caramelos de menta superfuertes, o los glaciares
en azul en los mapas, sobre el fondo blanco
de la nieve...
El blanco es pureza, pero también la vejez...
–El blanco de la vejez, el de los cabellos canos,
indica serenidad, paz interior, sabiduría. El blanco
de la muerte y del sudario se reúne entonces con el
blanco de la inocencia y de la cuna. Como si el ciclo
de la vida empezase en el blanco, pasara por diferentes
colores y terminara en el blanco. Además,
en Asia y en una parte del Africa, es el color del
duelo.
La vida como recorrido dentro de los colores... Es
linda metáfora.. Hay otro símbolo: somos europeos, se
supone que tenemos la tez blanca.
–¡Eso es un código social! La blancura de la piel
siempre ha funcionado como una señal de reconocimiento.
En el pasado, los campesinos que trabajaban
al aire libre tenían la tez tostada y los aristócratas
consideraban obligado tener la piel lo menos
atezada posible para distinguirse bien de ellos. En
las sociedades de corte de los siglos XVII y XVIII se
embadurnaban con cremas para obtener una máscara
blanca, que algunas zonas resaltaban con rojo.
La expresión “sangre azul” se refiere justamente a
esta costumbre: tenían la cara tan pálida y translúcida
que se veían las venas, y algunos llegaban a redibujárselas
para que no los confundieran con los
labradores. En la segunda mitad del siglo XIX convenía
distinguirse de los obreros, que tenían la piel
blanca porque trabajaban en interiores. Para la elite,
llega la época de los baños de mar y la piel bronceada.
Y ante la mirada de otras sociedades, el llamarnos
a nosotros mismos “blancos”, ¿significa que tenemos la
ambición de creernos “inocentes”?
Los “blancos” nos consideramos inocentes,puros, limpios, a veces incluso divinos o sagrados.


El hombre blanco no es blanco, desde luego, como
tampoco lo es el vino blanco.
Pero estamos apegados a este símbolo que halaga
nuestro narcisismo. Los asiáticos, en cambio,
ven en nuestra blancura una evocación de la muerte:
les parece que el hombre blanco europeo tiene
una tez tan mórbida que aseguran que realmente
huele a cadáver.