Martin Othasegui por Sole Rolleri

 Martin Othasegui por Sole Rolleri

Martin tiene 24 años y vivió desde los 2 a los 11 en Miñana. Miñana hoy tiene 9 habitantes y  es uno de esos pueblos que brotaron alrededor de una estación de tren en la pcia de bs as y que en la década del 70 dejaron de funcionar. Su mamá era la maestra de la escuela.
Martin se enamora de lo frágil y del deterioro. De las cosas cuando llevan marcas de la historia y pueden perderse.  El paso del tiempo para él es el paso de la lluvia, del sol y de los vientos.
Prefiere los blancos, los grises y los ocres a los otros colores, porque tienen que ver con las paredes entre las cuales creció. El adobe, que se reseca y se resquebraja y se cae, pero que puede reinventarse. Pero también con esa pared transparente y desmesurada que es la llanura de la pampa. Cuando camina por el campo busca hojas, piedras calizas, plumas, pedazos de papel: los encuentra cuando se le aparecen cargados de afecto. Un afecto más allá de la nostalgia y bien lejos de toda convención acerca del afecto.
Sus trabajos recuperan intemperie, fragilidad, respeto.
Es también un poco arqueólogo: rescata, anota, describe, indica. Sus grafías son urgentes,  y tienen esa especie de afán amoroso por detener lo que ya está un poco perdido.
Cree que la espiritualidad de las cosas y de las personas se ve en aquello que tienen para contar. Y que no siempre se las escucha.  Por eso les inventa atmósferas, les canta naturaleza, les restituye ánima y contexto. 
Actualmente vive y trabaja en Olavarría. Viaja cada 15 días a buenos aires al taller.
Por sobre todo,  le gusta cantar. Y está siempre tarareando melodías que todavía no tienen canción.