Guillermina Lynch



¿Qué le pasa a los cuerpos cuando se sumergen en el agua? Me acuerdo de esa película de los 80 de Ken Russell, Altered States, traducida como “Un viaje alucinante al fondo de la mente”. El protagonista, un profesor de psicología, empieza a experimentar sobre la privación sensorial con tanques de flotación; piensa que nuestros otros estados de consciencia son tan reales como el estado de vigilia. Cuando entra en contacto con el líquido, su cuerpo y su mente se rompen y se transforman en un estado de materia primitiva, un estado del que no se puede volver.



En los terciopelos de Guillermina Lynch los colores se funden en el negro como la piel se expande y se pierde al hundirse en el agua; hay que cerrar los ojos y recorrer con los dedos la superficie suave de sus obras, sentir que los límites se borran, las texturas se derriten y las manchas se empastan. Guillermina es una princesa que se escapa de su cuarto y atraviesa bosques de hojas plateadas y doradas para ir a bailar a una fiesta, para usar su cuerpo y moverlo y que sus órganos y sus pensamientos nunca queden en el mismo lugar, que se deformen de placer. Su obra es ese bosque con brillitos de fantasía, con plantas de guata dorada, lagunas de charol y flores de loto, arboles de hostias que parecen de cotillón, masas amorfas de film plástico como los restos de esa materia primordial, de ese mundo que existe si caminamos descalzos y nadamos de noche.







Catalina Perez Andrade, 2018