Clara Campagnola por Valentín Demarco


Floreada y Linyera
Clara Campagnola

Orden y caos se vinculan como si fueran amigos dispuestos a luchar dentro de un drama, en cierto modo, sagrado. Como si los opuestos se dieran cita todas las noches para dar una función, la del equilibrio cósmico.
Rodolfo Kusch, “América Profunda”

Clara creía en un principio que la belleza de sus objetos era agresiva. Ni buena, ni verdadera, la belleza de la obra de Clara Campagnola es otra. Está hecha de recorridos y conversaciones. Entre ella y los demás; por la ciudad, por la casa, por el cuerpo. Todos en composé de flores.
A Clara no la motiva la excursión clasista por los márgenes, de hecho nunca hay señalamientos morales en lo que hace. Es que el problema no está en que haya opuestos, sino en que haya que elegir uno y negar el otro. Afortunadamente, su obra se compone de encuentros, de encontrar y encontrarse. Tal vez había algo de esa voluntad de convivencia cuando de chica, su mamá le otorgó un espacio para que creara una escenografía en un evento de una casa de remates al lado del Patio Bullrich, donde ella había decorado una mesa navideña. Entre todas esas mesas perfectas y artificiales que nunca iban a usarse, Clara presentó una cocina, sin dudas tan artificial como las mesas, pero aún así, introducía en esa ficción una sutil dosis de vulgar realidad.
Nada puede permanecer inmutable, todo es transacción y transformación. El colchón sarnoso es vestido de novia y luego, cortina. Los envases de productos de belleza son rescatados de la basura, pero ya no son los mismos, la ciudad los volvió ídolos primitivos de una belleza pesada y extraña.
Clara nos presenta la escenografía para una tragedia sobre una Laura Ashley decadente o alguna vieja gorda venida a menos, que se pinta los labios en el cordón de la vereda mientras descubre colores en la basura. El lujo podía ser precario, y la precariedad soberbia. Un interiorismo callejero.
La calle inspira, la moda aburre, pero en la pasarela ordenada y pulcra se contempla mejor lo que en la ciudad se pierde en el caos.
Sin embargo, Clara espera poder devolverle algo a la calle. No quiere que la conversación que comenzó al arrancar el primer afiche se termine. Sin dudas, el diálogo no va a acabar, la ciudad ha encontrado su interlocutora.
Valentín Demarco, Agosto de 2013