Clinica María Ferrari Hardoy


--No sé qué hacés con la mano que ocultás.
--No oculto nada, solo miro. Veo pasar y dejo que pase, no uso mis manos, cuelgan a los costados de mi cuerpo. No agarro ni palpo, no las uso para nada.
--Yo en cambio quisiera poder tocarlo todo, pero no alcanzo nada. Me desespero,  el largo de los brazos no me da y todo me pasa por delante, nada es para mí. Una vez estaba en la playa, no aguantaba más el calor, las voces, la luz, no podía respirar. Entré corriendo al agua fría, empecé a correr más rápido para sentir menos, en los tobillos, las pantorrillas, los muslos. Vi la ola y tuve conciencia de que su altura me superaba en mucho. Quise zambullirme, pero ya me llegaba la espuma a la cabeza. Dejé de sentir el fondo de arena en los dedos, dejé de saber dónde era arriba y dónde era abajo. Enseguida el agua salada me llegó a la garganta. Abrí los ojos pero vi negro, azul verde, nada de luz. Giré una vez, dos, otra vez.
--Me aburre, no me importa saber qué hacés en la playa, ni en ningún lado, realmente. Al final, esas experiencias fisicas, o sensoriales si querés, no sirven para nada, no tienen ningún sentido.  No aportan. No me interesa conocer así, sólo quiero lo que puedo entender plenamente.  Al fin y al cabo todo lo que contás ya le sucedió a otro, ¿o creés que sos el primero al que revuelca una ola? ¿o el primero que me lo cuenta? Te diría que solo me interesan las transformaciones. El hecho original sería como materia prima. Las transformaciones que puedo hacerle son lo que es relevante para mi. Sucesivas transformaciones sobre un primer objeto que da lo mismo cuál sea. La sustancia a moldear es intrascendente, lo importante es la receta que se le aplica.
--Parece mentira que nosotros dos tengamos los mismos genes, la misma sangre, casi el mismo cuerpo…(las diferencias son sutiles)…y sin embargo seamos tan distintos. Si supieras, si hubieras escuchado lo que estuve a punto de hacer… No podrías soportar enterarte, te morirías de asco, de miedo. A veces te miro y no lo puedo creer, hasta me parece que  estás por caerte, como si tuvieras gusanos en la planta de los pies.
--No hay nada malo en mis pies, estoy bien parado, apoyado firmemente y sé lo que hago, digo y pienso. Ya te oí, me paso la vida escuchándote, pero no me importa nada de eso. Vos me hacés acordar a cuando papá hablaba de la gente que necesita un señalador para indicarle por qué página va de un libro. Me amenazás, pensás que podés conmigo, pero yo soy mucho más fuerte que vos. Te guste o no, tenés que hacer lo que te digo.
--No, ya no están en los pies. Navegaron por tus venas, llegaron a tu corazón y se lo comieron.