sobre 'El diálogo y la obra' nos leyó Sole Rolleri
El discurso vacío, Mario
Levrero
Prólogo
Aquello que hay en mí, que
no soy yo, y que busco.
Aquello que hay en mí, y
que a veces pienso que
también soy yo, y no
encuentro.
Aquello que aparece porque
sí, brilla un instante y luego
se va por años
y años.
Aquello que yo también
olvido.
Aquello
próximo al amor, que no es
exactamente amor;
que podría confundirse con
la libertad, con la verdad
con la absoluta identidad
del ser
-y que no puede, sin
embargo, ser contenido en palabras
pensado en conceptos
no puede ni siquiera ser
recordado como es.
Es lo que es, y no es mío,
y a veces está en mí
(muy pocas veces); y
cuando está,
se acuerda de sí mismo
lo recuerdo y lo pienso y
lo conozco.
Es inútil buscarlo; cuanto
más se le busca,
Más remoto parece, más se esconde.
Es preciso llegar casi al
suicidio
(porque sin ello la vida
no vale)
(porque los que no
conocieron Aquello creen que la vida no vale)
(por eso el mundo rechina
cuando gira).
Ese es mi mal, y mi razón
de ser.
***
He visto a Dios
cruzar por la mirada de
una puta
hacerme señas con las
antenas de una hormiga
hacerse vino en un racimo
de uvas olvidado en la parra
visitarme en un sueño con
el aspecto repulsivo de una babosa gigantesca
he visto a Dios en un rayo
de sol que oblicuamente animaba la tarde
en el buzo violeta de mi
amante después de una tormenta
en la luz roja de un
semáforo
en una abeja que libaba
empecinadamente de una florcita
miserable, mustia y
pisoteada, en la plaza Congreso;
he visto a Dios incluso en
una Iglesia.