Guido Contrafatti por Josefina Zuain




Algo que callar

Cuenta la leyenda que una boca fue diente y una mujer alojó dentro de ella todos sus deseos frustrados y sus amantes perdidos.

Cuentan quienes la vieron que podía pasarse horas contemplando un horizonte desdibujado a causa del moho y que la obsesionaba contar las manchas de la espalda de cada uno de sus enamorados.

Confirman quienes nunca han conocido una mujer igual, que vestía siempre capas transparentes de telas finas que al viento se movían y exageraban los movimientos de su cuero y su gestualidad de niña. Gustaba de apoyarse en diferentes espacios de la ciudad, sobre fondos ocres, grafittis entrelazados, paredes recién pintadas o vidrieras colmadas de zapatos, gustaba de jugar a la figura fondo.

Ella, sólo ella, era una figura.

Cuentan que sus terapias abarcaban todas las aristas de su personalidad, pero como una concha guarda una perla intacta, ella no quería remover demasiado su inconciente.
Precabida, percibida y permutada, ella era pintura de todas las caras y la cara de todas las pinturas.

Era felicidad, era angustia, era un viejo verde que abusaba de pendejas en el baño de algún bar, era una niña derramada, un derrame de semen y una concha de luz. Ella era y es figura de cualquier fondo y cara de todos los hombres de esta humanidad. Ella, sin titulo, ni rostro, supo y sabe ser una meditación, una pacha, un gordo, un monstruo o una mujer carioca con algunos dientes a punto de caer.

Ella es cabeza, cara y boca. Aloja los vicios y virtudes de todos los hombres, los saborea en colores y los provoca en imágenes. Ella, como toda mujer de una gran vida, es un rostro que puede ser cualquier rostro y que siempre, pero siempre, tiene algo que callar.



Josefina Zuain invierno 2013.